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Los nombres los eligen los que ganan… y eso quiere decir que hay otra historia

Los nombres los eligen los que ganan… y eso quiere decir que hay otra historia
Los nombres los eligen los que ganan… y eso quiere decir que hay otra historia:

Una hermosa canción de Litto Nebbia dice: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia; la verdadera historia, quien quiera oir que oiga”. Lo mismo podríamos decir de los nombres con que se designan las calles: además de oficiar de guías concretas para la ubicación de un domicilio, se instalan como una reflexión sobre el pasado de cada ciudad.

Caminar por el centro de Roca, por ejemplo, es hacer una recorrida por el ideario de la elite pueblerina que fue construyendo un lugar propio en medio del valle. La ciudad tuvo una vida democrática muy intensa casi desde su fundación: ya en julio de 1887, 12 años antes de la gran inundación que obligó al traslado del pueblo a su actual emplazamiento, los roquenses elegían a Pedro Maglione como su primer jefe comunal. Paradójicamente, no tiene nombre de calle.

En cambio, sí lo tiene el primer presidente del Consejo Municipal fue Alfredo Viterbori. Asumió en febrero de 1912, elegido de la forma en que se lo hacía en ese momento: por el voto directo de los varones que tenían derecho a voto. Es decir, argentinos nativos, que estaban enrolados y había, pasado pr el servicio militar. Quedaban excluidos los extranjeros, los pueblos originarios, la enorme cantidad de indocumentados que había en esos días y, obviamente, las mujeres.

Por los nombres de las calles, podemos acercarnos al ideario de aquella elite que fue poniendo los primeros cimientos de una ciudad más moderna y menos militarizada. El ferrocarril era la principal vía de comunicación, y se entiende que sus calles paralelas llevaran los nombres de 9 de julio y 25 de mayo. Una forma de explicitar pertenencia a la Nación Argentina.

El otro eje iba a ser la calle Julio Roca: el hoy cuestionado jefe de la expedición militar a la Patagonia era reivindicado de esa forma por los buenos vecinos de la ciudad, que lo premiaban por “incorporar a la región al territorio de la República”. Había nombres patrios que no podían obviarse: San Martín, Belgrano, Sarmiento, debían estar como héroes de la Independencia. Están asentadas las batallas de Chacabuco y Maipú, pero no la de Suipacha, por ejemplo

Un Güemes nos habla de la participación de algún salteño en aquella estructura social. Más ideológico suena el nombre de Mitre y la ausencia de Urquiza en los primeros años, olvido rescatado tiempo después, cuando la ciudad empezó a desplegarse hacia los cuatro puntos cardinales. En el mismo sentido, vale recordar que existe una calle “3 de febrero”, designación que recuerda a la derrota final de Juan Manuel de Rosas.

En el casco histórico de la ciudad, hay nombres de países europeos (Italia, España), y de provincias (Buenos Aires, Mendoza, La Pampa), pero claro, no están todos. Algunos se recordarán más adelante. Se hicieron designaciones en homenaje a algunos de los generales de Julio Roca: Lorenzo Vintter, Conrado Villegas.

Hay algunos nombres que resaltan la admiración de aquella sociedad patricia por la acción de sus vecinos. Por ejemplo, el del Coronel Jorge Rohde, responsable del traslado del pueblo; o del médico militar Isidro Lobo, quien participó en la adopción de las medidas sanitarias de prevención, tras la trágica inundación de 1899. En cambio, no tuvieron las mismas consideraciones con el médico Sagarnagá, que cumplió similares funciones.

Muchos años después, cuando la ciudad se animó a cruzar el canal principal, una calle fue bautizada con el nombre de José Gadano, ex senador por la Unión Cívica Radical del Pueblo; y de Edmundo Gelonch, un docente de extracción socialista que fue presidente del Consejo Municipal de la ciudad entre 1927 y 1932. Paradojas de la sociedad pueblerina – o no tanto -, a Gelonch no le provocó contradicciones ejercer como comisionado municipal cuando se produjo el golpe militar que depuso a Hipólito Yrigoyen, otro de los nombres que tienen un lugar de privilegio entre las calles roquenses.

En cambio, las grandes olvidadas, las postergadas de siempre – en Roca, Argentina y en todo el mundo occidental -, siguen siendo las mujeres. En Madrid, la histórica capital española, apenas una de cada 10 calles, tiene nombre femenino (y más de la mitad con el recuerdo de santas). En la capital de Córdoba es de menos del 3 %.

En Roca, apenas un puñado: Evita Perón, un homenaje a la “abanderada de los humildes”; Damas Patricias, y algunas más. Un déficit que debería subsanarse con la comprensión de que existe un mundo más complejo y dinámico que el de hace apenas un siglo atrás.

Gentileza anr

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