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Ana Nahuelñir: La increíble historia personal de la creadora del poncho rionegrino

Ana Nahuelñir: La increíble historia personal de la creadora del poncho rionegrino
Ana Nahuelñir: La increíble historia personal de la creadora del poncho rionegrino:

El poncho rionegrino ya es un elemento más de la identidad rionegrina y en estos días se exhibe, orgulloso, en la Fiesta Nacional del Poncho que se realiza en Catamarca. Allá viajaron la directora del Mercado Artesanal, Letizia Candiotti; y la creadora del modelo, Ana Nahuelñir. Una artesana, diseñadora y lonco de su comunidad, radicada en nuestra ciudad, que pudo plasmar dos aspectos muy complejos: una representación integradora de la provincia; y el doloroso camino personal que comenzó en la vergüenza y el miedo, hasta llegar a la ratificación de una pertenencia.

“Soy lonco de una comunidad mapuche en Fisque Menuco (General Roca), que integramos siete familias. Allí se trabaja, se teje… Los más jóvenes se van a estudiar; algunos regresan. Otros prefieren quedarse por razones de trabajo”, cuenta. Y en el desarrollo comunitario pueden reforzar vínculos y defender aspectos centrales de su cosmovisión. Pero no siempre fue así.

Cuando Ana tuvo que ir a la escuela, sus padres ya no le dejaron hablar el mapuzungun. “No querían que nos equivocáramos; que aprendiéramos bien. Y en la escuela, la maestra nos hablaba de los salvajes, los indios, los malones. Y a mi me daba miedo. Me preguntaba dónde estaban los salvajes”. Eran los años ’60 y ’70, época en que todavía la educación formal desconocía las diferencias sociales y étnicas que se presentaban en el interior. Y de una política que venía desde mucho antes, que buscaba invisibilizar a las culturas originarias. Por eso, la primera vez que Ana le consultó a su papá por “los salvajes” de los que hablaba la señorita, él prefirió hacerse el desentendido. “Están lejos”, le dijo.

Pero un par de años más tarde ya no quiso seguir ocultando la raíz: “me habló de mi abuela, que yo era su “Calfu Malen”, que es la que cuida a la abuela a través del sueño; de lo que éramos nosotros, y ahí me dijo que nosotros somos los mapuches”.

Para aquella niña de nueve años, volver a la escuela con esa revelación fue un sacrificio: “tenía vergüenza, tenía miedo. Sentía que todo el mundo me miraba porque éramos los salvajes”. Pero el tiempo ayudó a fortalecer la personalidad de esa muchachita que después aprendió todas las técnicas artesanales de su cultura y se convirtió en lonco de la comunidad. Y cuando llegó el concurso para definir un poncho que representara a Río Negro, no lo dudó: además del espacio geográfico había que representar un espacio cultural. Que pasaba por la interculturalidad.

Ana visualiza que en la sociedad hay cambios y que la interculturalidad es un valor a rescatar. “Todas las culturas son ricas en su historia. Así como los pueblos originarios somos parte, porque somos pueblos preexistentes, el que vino con una valija buscando un lugar para volver a empezar, también es bueno. Ahí nace la interculturalidad. Por eso el prototipo de poncho; todo eso estuvo en mi pensamiento”, comentó.

La artesana fue acercándose a esta actividad desde lo básico, tal como lo enseñan las familias mapuches: su primer trabajo era “escarmenar” la lana, limpiarla y abrirla. Después, el hilado. El teñido, buscando aquellas variedades de plantas que permiten un mejor color. Y más tarde, la creación de matras, tapices y todo aquello que pueda venderse para sostener a la familia.

Los significados de sus colores

El poncho rionegrino posee una paleta de colores muy definida, con una significación y una manera de obtenerlos. Porque además de representar a la provincia, las tinturas debían obtenerse de las plantas nativas. Así que Ana fue definiendo su plan de trabajo.

Para representar al valle, eligió el verde; que obtuvo con sauce eléctrico y yerba. Para las bardas y la estepa eligió unas variantes de amarillo que pudo sacar de la jarilla hembra. El río se ve desde el celeste grisáceo que se obtiene de la segunda tinte del sauco, un arbusto que se da en la zona cordillerana.

Pero también está un símbolo mapuche que significa su cosmovisión: “son dos caminos que se cruzan y se unen. Es la fuerza de la espiritualidad del pueblo mapuche; la personalidad de nuestros antepasados. Y es también la interculturalidad”, explicó nuestra artesana.

El conjunto habla “del respeto que debemos tener por nuestra naturaleza, del medio ambiente. Tenemos que cuidarlo porque es nuestro lugar”, resaltó.

Gentileza anr

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