La producción frutícola tiene un peso muy importante no sólo en la economía regional sino también en nuestra identidad como valletanos.

La manzana es un producto que nos identifica en el país y en el mundo, se trata de una actividad productiva que durante décadas marcó nuestra economía y motorizó el desarrollo de nuestras ciudades. Desde sus inicios, la actividad forjó el carácter de los pioneros, marcando las tradiciones e idiosincrasia de nuestras comunidades.

En la actualidad, la situación económica de la actividad es muy difícil y claramente urge dejar el “diagnóstico eterno” y pasar a la acción. Vemos que año tras año la manzana del Valle pierde protagonismo comercial en los mercados internacionales y también en el mercado interno.

Siempre se planteó que la raíz de todos los problemas estaba en el eslabón primario, en el productor. Paradójicamente, en aquellos que con esfuerzo y tesón transformaron un desierto en un vergel irrigado.

La falta de asociativismo, la carente modernización tecnológica, la ausencia de recambio generacional eran unos de los tantos diagnósticos que pretendieron encontrar los problemas de todo un sistema en solo un eslabón de la cadena, justamente el que mayor riesgo asumía. Hoy la realidad nos muestra que, cada vez son menos los productores primarios.

Siguen pasando los años y lamentablemente Río Negro todavía no tiene definido un Plan para la fruticultura que incluya a todos los actores.

Pero a pesar de que en el plano económico la situación sea compleja y muy diferente a las épocas de mayor auge, el peso social y cultural de la actividad sigue siendo enorme en Alto Valle.

Por eso la Fiesta Nacional de la Manzana es una celebración que los roquenses y los valletanos vivimos cada año con alegría y que compartimos con el resto del país difundiendo y homenajeando a la manzana, a nuestra actividad productiva y al desarrollo turístico de la región.