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Fueron su refugio y hoy vive para ellos: dedica todo su amor y contención a los perros callejeros

Adriana Gutiérrez es una mujer admirable. Vive en Aereoclub y se encarga de cuidar y alimentar a 14 perritos y perritas que tiene en su casa, y a todos los que aparecen en su portón, pidiendo comida, un lugar donde dormir y sobre todo recibir un poco cariño. Durante cada mes intenta estirar lo que más puede sus ingresos e incluso cuando quedó sin trabajo, salió a recorrer diferentes casas donde pudiese conseguir pan duro para que no se queden sin su plato del día. 

En diálogo con un medio roquenseoca, Adriana rememoró como comenzó este vínculo tan afectivo, único y conmovedor: «Siempre, toda la vida, desde que tengo uso de razón me gustaron los perros, no soy muy amante a los gatos, pero a los perros sí. Viví una infancia media fea y siempre me refugié en los perros. Cuando pude tener mi lugar y fui adolescente, empecé con un perrito y terminé con tres y bueno, con el correr de los años murieron de viejitos».

«Me casé y después de varios años, bueno, me separé y me hice mi casa. Mis hijos salieron igual a mí, amantes a cada uno de ellos». Expresó.

Luego, siguió compartiendo su historia y el amor que la une con sus perritos, algo que perdura en el tiempo. También, contó como fue el momento en el que se encontró con un vecino del barrio que iba andando en bicicleta, mientras atrás lo seguía una perrita:

«Un día me crucé a un hombre y tenía una perrita salchicha de la calle que iba corriendo detrás de él y listo, se la pedí. “Si me dice, llevala, te la regalo”. Empecé con una, después, al tiempito, no sé si pasaron 6 meses y lo vi con más perritos a la siga y le dije “¿Te molesta si me das otra?, sino tenés la posibilidad, si querés te ayudo a operarlas”. Me dijo «Sí, te la regalo”. Y así empecé».

Adriana Gutiérrez vivía con tres perros y cuando pudo hacer su casa en Aeroclub, conoció a los perritos del lugar y comenzó a alimentarlos. Con el paso de los días, se encontró con catorce, quienes al día de hoy son integrantes muy bien bienvenidos y queridos en su hogar. En relación al tiempo que les dedica, entre risas, comentó que suele decirle su familia al respecto:

«A veces mi familia se enoja porque tengo muchos, pero siempre digo lo mismo, los animales son lo más lindo que hay en la tierra, son los más fieles que pueden existir».

Mientras seguía narrando diferentes momentos, dijo haber leído una publicación en Facebook (timpo atrás), sobre que iban a tirar unos perritos en los barrios de J.J. Gómez y Alta Barda. Inmediatamente le dijo a su hija: “Vamos a buscar a esta perrita, que las van a tirar o habían encontrado tiradas, algo así”. «Ahí tuve mi primera perrita que la alimenté con mamadera, porque no tenía ni dientes». Recordó.

“Algunos tienen dueño, pero viste como estamos hoy con la economía, no les daban de comer, estaban llenos de garrapatas, así que me empecé a hacer cargo yo. Cerré todo el portón con ayuda de mis hijos, los metí adentro y me los fui quedando, y así venían apareciendo o me venían a tirar perritos y ahí otra vez, a salir a operarlas y bueno, hoy en día tengo 14”. Mencionó Adriana a un medio roquenseoca.

Además, explicó como es el día a día y como debe ingeniársela para que su presupuesto alcance:

Yo trabajo, y con eso compro fideos. Hace tiempo conocí a Gabriela de Ranhu (Rescate Animal No humano), y le pedí ayuda un día para operar perras, a las mías, y bueno ahí me ayudó, después también lo siguió haciendo. Me consiguió alimentos, pipetas, le comenté mi situación, porque hubo un tiempo en el que no tenía trabajo, en el que la había pasado muy mal. Pero yo desde donde sea, iba recorriendo las casas de mis amigas, de mi mamá, y sí tenían pan duro me lo daban».

Asimismo, se acordó de dos personas que colaboran con ella cada vez que puede: «Hay una chica que se llama Eugenia que tiene una pollería y ella me re súper ayuda, me da bolsas de pan duro, carcasas de pollo, y yo de mi bolsillo muchas veces compro menudos, bolsones de fideos». «Hubo un tiempo en el que me había quedado sin trabajo, y tuve que salir a trabajar de delivery y ahí conocí gente, así que bueno, ahí me ayudaron un montón y lo siguen haciendo». 

De igual modo, contó que: «Tengo una vecina que se llama Estela y ella me ayuda a hacerles la comida, me ayuda a llevarlos al veterinario para bañarlos, para que estén bien acá en el barrio».

Dentro de la gran contención que les ofrece, se encangar de que estén muy bien cuidados en todos los aspectos:

«También los llevo al veterinario, salgo en moto que es mi movilidad y hoy (domingo), venía cargada hasta más no poder, gracias a las chicas de Ranhu que me ayudaron a conseguir alimento, porque días atrás les había dicho a Gaby y Flor, “No la estoy pasando bien, y no tengo alimento, hace como cuatro días que no tengo para darles a los perritos de afuera, a las chiquititas les das un poquito a cada una y listo, pero no llegaba a darles a los demás. «¿Me podés dar una mano?» les dije, con una bolsa de alimento o fideos».

«Cuando me llamaron sentí el alivio, veníamos con mi hijo re contentos de que traíamos alimentos. Cuando llego al barrio salen todos atrás de la moto, tenemos que andar parando porque se me cruzan. Llego a la casa y se siente como ladran todos, porque están contentos al saber que llegamos». Contó muy alegremente.

Acompañando ese relato, expresó un mensaje muy significativo, definiendo las grandes anécdotas que forman parte de una hermosa historia: 

«Es amor, no me voy a cansar de decir siempre lo mismo, ellos son muy leales, yo prefiero más a los animales que a la familia, porque no hay nada mas lindo que llegar a tu casa y te salten para que les des cariño».

En su gran corazón, además de todo el amor que siente por los perros, también lo comparte con los gatos y a raíz de eso, contó como los cuida, alimenta y se preocupa por cada uno:

«Gatitos no tengo, porque están las perritas, pero si alimento a los de mi vecino, por ahí les doy una mano, les traigo bolsitas de alimento, o a los gatitos de una casita abandonada que hay atrás, de mi casa, un ranchito. Mis hijos alimentan a los gatitos, con pancito con fideos y esas cosas. Ahí vivía un muchachito que se fue y yo no estaba enterada de que tenía perros atados ahí, empezamos a sentir olor nauseabundo y era la perra que tenía ahí atrás, que se murió, lamentablemente no la escuché llorar ni ladrar». Recordó con la voz entrecortada.

«Primero les doy comida a los perros para que se llenen, y después a los gatitos, que esperan a que los perros se vayan y vienen para que los alimente». Comentó.

No todos comparten ese sentimiento por los animalitos, algunas historias son aberrantes y eso la entristece, al igual que a quienes la escuchan:

«Me pasó también, que una amiga me contactó por otra chica que tenía una perra batatona que había sido abusada, así que le dije tráemela, la operé, la cuidé mucho tiempo, tenía miedo, no se dejaba tocar, y yo como tengo hijos que les gustan los perros, ella se adaptó a nosotros y bueno la luchamos. Ella le tiene temor a los hombres».

Antes de finalizar la entrevista, dijo:

“En el barrio siempre me cargan. me dicen, Adriana no encontraste algún perrito más por ahí de la calle que no te lo trajiste (risas), porque a aveces cuando salgo, aparezco con un perrito que lo dejaron abandonado, que estaba en la calle, y vengo llorando en el camino y me consuelan las vecinas». 

Para poder colaborar, pueden comunicarse con Adriana a través de WhatsApp, al 2984-415147. De igual manera, recibe donaciones por mercado pago, mediante el siguiente alias: adrianagena.


Gentileza anr
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