El Jueves Santo, día sagrado dentro de la Semana Santa, es recordado por la Iglesia católica como la ocasión en la que Jesús compartió su Última Cena con sus discípulos antes de ser arrestado y crucificado. Este acontecimiento, marcado por la institución de la Eucaristía y el sacramento del Orden Sacerdotal, establece el fundamento para la celebración de la Pascua y la resurrección de Jesús.

En este día tan especial, las comunidades cristianas alrededor del mundo realizan diferentes rituales y prácticas que destacan la importancia de la Última Cena. Uno de estos rituales es la conocida «Misa de la Cena del Señor», durante la cual se conmemora el acto de compartir el pan y el vino que representan el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Además, el lavatorio de pies simboliza la humildad y el servicio, valores fundamentales en la religión católica.

Los relatos bíblicos muestran cómo Jesús y sus discípulos se reunieron en un cenáculo para celebrar la Pascua judía. Durante esta cena, Jesús estableció la Eucaristía al tomar el pan y el vino, bendecirlos y declarar que representaban su cuerpo y su sangre, entregados para la salvación de la humanidad.

No obstante, el Jueves Santo también es recordado por la traición de Judas, uno de los doce apóstoles. Después de la cena, Judas entregó a Jesús a las autoridades religiosas y políticas, lo que dio lugar a su arresto, juicio y finalmente, su crucifixión.

La Eucaristía, uno de los aspectos fundamentales del Jueves Santo, es un sacramento crucial en la fe cristiana. A través de la Última Cena, Jesús compartió su cuerpo y su sangre con los discípulos, simbolizando su sacrificio en nombre de la humanidad. Este acto de compartir la comida se convirtió en un rito central en la tradición cristiana, un recordatorio del sacrificio de Cristo y un nutriente espiritual para los creyentes.

Además, en esta fecha se conmemora la institución del sacramento del Orden Sacerdotal. Durante la Última Cena, Jesús ordenó a sus discípulos como sacerdotes, otorgándoles la responsabilidad de continuar con su misión en la Tierra y administrar los sacramentos en su nombre. A través de este precepto, se estableció la jerarquía clerical en la Iglesia y se les concedió a los sacerdotes la autoridad para actuar en nombre de Cristo en la comunidad cristiana.