La Fiesta Nacional de la Manzana fue un éxito, qué duda cabe, aunque hay que admitir que las prevenciones sanitarias fracasaron frente a tan multitudinario evento.

Si bien no había demanda específica de que los concurrentes exhibieran la constatación de que tuviesen completadas sus dosis de vacunación, sí se requería, cuanto menos, la colocación del barbijo. Y todos hemos visto que las mascarillas, por lo general, brillaban por su ausencia.

Por otra parte, la intendenta María Emilia Soria puso énfasis en ponderar una de las medidas que suponía más beneficiosas: la liberación del espacio frente a los escenarios (estructuras con gradas) para que el público pudiese observar mejor a sus artistas a escasos metros.

Pues bien, las escenas que reflejaron los videos que se viralizaron dan cuenta de que estas decisiones generaron el efecto contrario al esperado, por lo menos desde el punto de vista sanitario. Por ejemplo: tal fue la alegría y el entusiasmo generados en la noche del sábado por el grupo Nueva Roma, con su Tributo a los Redondos, que espontáneamente se impulsó un pogo entre los muchos concurrentes en el escenario regional “Aníbal Agüero”. Abrazados, hacinados, decenas de chicos bailaron al ritmo de los artistas. El covid, sea de la variante que fuere, también debe haberse hecho una fiesta en esos instantes.

¿La pandemia terminó?, ¿Estamos a las puertas de una endemia?. Nada puede ser concluyente aún, pues hasta los científicos dirimen estas cuestiones con puntos de vista distintos. Lo que sí queda en claro es que el cuidado debe mantenerse.

Si algo positivo nos dejó el covid es el cambio o la pretensión de un cambio cultural que refuerce hábitos profilácticos. No hay que descuidarse en absoluto.

Las imágenes del pogo son la demostración de aspectos que se han ido de las manos, considerando -claro- que resulta muy difícil conjugar prevenciones sanitarias con emociones espontáneas y sobre todo masivas.