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La pandemia disparó el consumo de sustancias adictivas

La pandemia disparó el consumo de sustancias adictivas:

Según datos del Sedronar, la secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas del gobierno nacional, la pandemia actuó como un disparador del consumo de sustancias adictivas. Números que son confirmados por trabajadores de diferentes organismos locales que a diario enfrentan esta problemática. No sólo aumentó el número de consumidores, sino que está disminuyendo la edad de iniciación en el consumo.

El aislamiento y la soledad, por un lado; la falta de expectativas y motivaciones por otro, tuvieron un efecto dramático en el incremento del uso de estos elementos. El gran desafío es apostar a la reapertura de los espacios de contención grupales que se fueron desarticulando por la presencia del Covid y de qué forma se recupera el tiempo perdido.

El trabajo de campo no es un terreno propicio para los ansiosos. Requiere de organización y continuidad. “Un proyecto sólido lleva su tiempo; se hace en territorio y con personas. Cada persona tiene su ritmo y hay que respetarlo para cumplir con el objetivo. Que es que entienda los riesgos y pueda definir un proyecto de vida”, explicó Susana Macaya, responsable local de la Agencia de Prevención y Asistencia del Abuso de Sustancias y Adicciones.

Por otro lado, el consumo más perturbador para todo el sistema no siempre es considerado en forma negativa por la sociedad: el alcohol. “En 10 años de guardia, los problemas más graves se han dado por personas alcoholizadas”, resumió una enfermera. Desde accidentes viales a escenas de violencia doméstica, a riñas y peleas callejeras – muchas veces con víctimas fatales-, tuvo como protagonista a la ingesta de bebidas “legales”.

Otro problema es el inicio cada vez a edad más temprana: “hemos visto a chicos de séptimo grado consumiendo alcohol como si fuera la más natural del mundo”, apuntó un docente. Y si en los barrios populares, como en el Nuevo o en las 250 se puede ver a los niños de 12 o 13 años sentados en el cordón de la vereda tomando una cerveza, en los barrios de mayor poder adquisitivo pueden ser los padres los que amparen esa conducta.

Y del alcohol a otras sustancias puede haber un solo paso cuando los preadolescentes y adolescentes no encuentran un espacio de contención. “Lo que estamos viendo es que al empezar tan jóvenes, después cuesta mucho trabajo hacerles encontrar un proyecto de vida que los motive para salir de esa dependencia”, precisó Mabel Dell’Orfano, médica psiquiatra y titular de la Agencia.

Macaya agregó que en este tipo de trabajo, “nadie puede solo”: ni los adictos se “rescatan” a sí solos, ni una sola institución puede realizar toda la tarea. La búsqueda pasa entonces por encontrar los abordajes conjuntos desde las propias especializaciones, que permitan una mejor respuesta. “Los grupos de recuperación no se arman en un solo día y hay que respetar los procesos. Hay que escuchar, hay que empatizar. Hay que conseguir que ese paciente tenga un motivo para venir. Pensemos que un adicto llega a esa situación porque no tuvo voluntad antes, y recuperarla lleva su tiempo”, explicó.

Y también está la propia ansiedad de las personas que desarrollan su tarea en esta red de trabajo. Macaya, psicóloga social y responsable de coordinar las políticas de la Agencia con el ministerio de Seguridad y Justicia, comentó que muchas veces el personal “se frustra ante determinadas situaciones”. Por eso la contención empieza desde el propio grupo que enfoca su tarea en la situación.

Dando respuestas en Roca

La Agencia de Prevención está en un proceso de mudanza a su nuevo espacio de la calle Maipú al 1.300. En ese lugar se realiza la “primera escucha”, la entrevista que permite direccionar el trabajo posterior. Por lo general, quienes asisten son los familiares que están desesperados por una situación que no pueden manejar. Desde allí se articularán las nuevas acciones con el resto de las instituciones. Una pata fundamental es Salud Mental, dependiente del Hospital López Lima. También se trabaja en contacto con la Casa Ruca Piuqué, que tiene buenos contactos con el Sedronar.

Otras organizaciones que se sumaron a la red de instituciones son el Centro Preventivo de Adicciones de las 250 viviendas (vinculada al gobierno nacional), y el grupo que desarrolla sus actividades desde el Centro Comunitario de Ceferino, ubicado en San Luis y Santa Cruz. Desde allí se consiguen derivaciones a otros centros del país.

La ONG La Salida, que funciona desde el templo de una iglesia evangélica menonita, aporta su capacidad de internación y el tratamiento ambulatorio. El grupo Narcóticos Anónimos funciona como un centro de auto ayuda, tanto para adictos como para familiares que intentan acercar a una persona que está pasando por esta problemática.

Y la provincia abrió el primer centro de recuperación de adicciones para mujeres, que funciona en Colonia Josefa, cerca de Pomona.

Desde agosto, todas estas agrupaciones trabajan en forma articulada y en red, tratando de aportar personal, recursos y tiempo.

Un trabajo con la población judicializada

Macaya destacó especialmente el trabajo que se realiza con la población judicializada, junto al Instituto de Asistencia a Presos Liberados. Se trata de efectuar un seguimiento personalizado de los condenados por causas de tenencia o tráfico, que van recuperando su libertad y deben continuar con su trabajo de recuperación. Hace cuatro años que se viene realizando en Roca; y dos que se continúa en Viedma y Cipolletti.

“Es una política de fondo porque nos ocupamos de los liberados, pero también vamos trabajando en la formación de los cuadros del Servicio Penitenciario”, apuntó. No siempre es una tarea fácil, pero tiene sus recompensas: “las devoluciones al final del ciclo son enriquecedoras para nosotras”, precisó Macaya.

 

 

Gentileza anr

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