El tramo de la ruta 22, entre Roca y Cipolletti, es una verdadera tortura. Con una obra en construcción desde hace décadas, caminos laterales que se ponen peor después de una lluvia y un tránsito cada vez más intenso, el mejor consejo que se puede dar a un turista es que tome un camino alternativo.

Claro, a veces eso no es posible. Para el transporte pesada, por ejemplo, tomar la ruta 65 es un verdadero incordio. Significa ingresar a alguna de las ciudades y después meterse en la circulación interurbana, lo que agrega un toque de incertidumbre que los choferes profesionales prefieren esquivar.

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La 22, para el profesional del volante, es entonces la principal vía de comunicación que comunica toda la actividad económica de la región. Pero como dice el refrán: hasta al mejor cazador se le escapa la liebre.

Qué lo diga si no el chofer de este camión pluma, que quedó varado en proximidades del acceso a Allen, por no calcular lo que estaba pasando en la banquina. Tal vez para un vehículo de ese porte, el “descalce” puede parecer un riesgo menor y controlado.

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Pero en esta oportunidad, no calculó el factor lluvia. Las piedras sueltas se convirtieron en una superficie resbaladiza que no se pudo controlar. Al final, el “gigante” de la ruta quedó “colgado” en la banquina, esperando que lo rescaten para poder continuar su viaje.