Llega el verano, el calor, el sol a pleno sobre las calles de la ciudad. Los automovilistas buscan casi con desesperación un lugar con sombra, para preservar al vehículo pero también para no encontrarse con un horno incandescente al regreso. Los espacios con sombra son los más codiciados en los estacionamientos de centros de compra y en cualquier lugar comercial o administrativo. Incluso puede ser una referencia de poder interno (ocurre en la administración pública pero también en la privada, con sus “reservas” que hablan de la importancia que uno tiene allí.

Pero cuando la canícula aprieta y los vecinos regresan a sus hogares, entre el mediodía y las 4 de la tarde, empieza la “pelea de fondo”. Los frentistas que plantaron sus dos árboles en la vereda, sienten que tienen un derecho especial sobre esa sombra reparadora que permite tener el auto estacionado frente a la casa. Desde donde tranquilamente se lo puede “relojear” para estar tranquilos. Al fin de cuentas, fueron a buscar esos retoños, hicieron el pozo para permitirles crecer, lo regaron y cuidaron durante años; han tramitado alguna poda correctiva. Encima, han barrido y limpiado las veredas, quitando las hojas que caen en invierno; y los “regalitos” de perro todo el año.

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Cuando este vecino llega a la vereda de su casa y encuentra que no puede disfrutar de ese producto de su esfuerzo (la sombra), porque un recién llegado se le instaló en el lugar, se enoja.  Después de una “discreta” vigilancia, el afectado primero ubica dónde vive el “intruso” y el siguiente paso será encararlo: la advertencia pasará por el “derecho a la sombra” que no estaría teniendo derecho a usufructuar.

La respuesta también dirá mucho de la persona que, por lo general, se siente agredida por aquella intempestiva visita. Podrá decirle que de ninguna manera el arbolado urbano es propiedad del frentista; y que la calzada, ese sector comprendido entre el cordón cuneta y la calle propiamente dicha, no es una extensión de su propiedad. Que la sombra, en definitiva, se da según un criterio de oportunidad: el que llega primero, se instala.

Por lo general, el conflicto atañe a los “propietarios” con algunos años de instalados en el lugar; con los inquilinos o compradores recientes. Trasciende las clases sociales, la condición educativa, el barrio, el modelo de auto. Solo hay un objeto de deseo: esa sombra que pone a salvo a la tan preciada propiedad mueble.

Y este fue solo el primer paso. Después, la pelea vecinal puede escalar a ciertos grados de violencia: en algunos casos, instalando carteles de prohibido estacionar; en otros, agrediendo al invasor con alguna “pinchadura” de neumáticos. Lo que sí queda claro es que la convivencia nunca volverá a ser la misma. Esas dos familias ya no volverán a mirarse de la misma manera. Olvídense de pedirse ayuda en caso de emergencia; como de iniciar una causa común por otros reclamos barriales. La sombra se les instalará en forma permanente en la vida de relación.

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¿Cómo se puede resolver? El juez de paz de Roca, Rodrigo Benítez, aclaró que “técnicamente” no es una contravención en los términos del nuevo código. Por lo tanto, ese no sería el camino. Tampoco encuadra como una “falta municipal”, porque la disputa no se enfoca en el estacionamiento sobre un lugar prohibido (como la entrada a un garaje).

 

La mejor vía puede ser una mediación extrajudicial, que se tramita ante el Centro Integral de Métodos Autocompositivos. Un espacio ideal donde los profesionales pueden conducir un diálogo entre partes que les permita llegar a una solución. Los que deseen realizar este esfuerzo podrán dirigirse a la oficina ubicada en San Luis 853, planta baja; o llamar al 429- 2050 (internos 630 / 633 / 634 / 635). También se puede enviar un correo electrónico a [email protected]

En Villa Regina, el CIMARC funciona en General Paz 664; con el teléfono (0298) 429 – 5000; o el correo electrónico [email protected]

La delegación Allen funciona en Manuel Rodríguez 327; su teléfono es el (298) 4292091 (interno 103 / 104). Su e – mail es [email protected]