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Mosquitos rojos contra el dengue: por qué no hay que matarlos

Con el aumento de las temperaturas y la creciente humedad en muchas regiones del país, el dengue ha vuelto a captar la atención de la población y las autoridades sanitarias. En respuesta a esta preocupación, se ha implementado en la provincia de Mendoza un ensayo biotecnológico innovador que podría cambiar el rumbo de la lucha contra esta enfermedad.

En el centro de este esfuerzo están los curiosos mosquitos de color rojo, ejemplares genéticamente modificados en laboratorios especializados con el propósito de reducir la proliferación del temido Aedes aegypti, el principal vector del dengue.

Estos mosquitos rojos son producto de un trabajo meticuloso de ingeniería genética. Al modificarlos, se asegura que al emparejarse con las hembras silvestres del entorno, la descendencia no logre sobrevivir. Este enfoque garantiza que la siguiente generación de mosquitos sea considerablemente menor en número, disminuyendo así las posibilidades de transmisión del dengue.

La estrategia aplicada aquí se conoce como autocontrol biológico. Este método es cada vez más popular debido a su enfoque en el manejo de plagas sin recurrir a insecticidas que podrían tener efectos adversos en el medio ambiente y en otras formas de vida. Los mosquitos rojos liberados en Mendoza son machos, asegurando que no vayan a picar a las personas, ya que solo las hembras mosquitos se alimentan de sangre. Aunque estos machos no representan una amenaza directa para la salud humana, su papel es crítico en detener la propagación del virus.

Se ha destacado en muchas ocasiones la importancia de no eliminar estos insectos innovadores. Su actividad, precisamente dirigida a la disminución de la población de mosquitos Aedes aegypti, genera un efecto positivo significativo. Acabar con los mosquitos rojos podría contrarrestar este esfuerzo, lo que resultaría en un retroceso para controlar el problema del dengue.


Gentileza anr
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