«Trabajamos con un equipo compuesto por operadores, técnicos, coordinadora y Recursos Humanos. Contamos con 12 plazas disponibles, donde la mayoría de las personas enfrentan un consumo problemático, y la franja horaria de ingreso es desde las 18:00 hasta las 19:00 horas, permitiéndoles permanecer hasta las 10:00 de la mañana siguiente», explicó Susana, quien coordina el espacio.  

“El refugio estuvo colmado en estos días. A veces guardamos el lugar y algún chico que consumió no viene. Guardamos el lugar cuando alguien dice que viene a la tarde. Mayormente está completo. No saben dónde ir y muchas veces su estadía es de paso. Entonces tratamos de resolver la situación con quienes están para poner un colchón más sin que se sientan incomodos”. 

“Algunos quedan afuera porque trabajan de noche o porque consumieron. Nosotros ponemos en juego las condiciones, es decir, que comparamos la situación de salir a trabajar con frío, ver que comer y donde dormir, comparado con comer y dormir tranquilos en este lugar. Algunos acceden otros prefieren salir a la noche para trabajar y luego consumir”, detalló Macaya. 

La principal premisa del refugio es que la comunidad sea el punto de referencia para quienes necesiten acudir a este lugar. Susana destacó que la asistencia es voluntaria, y que existen reglas para garantizar la convivencia. Estas son el mantenimiento de la higiene, la alimentación adecuada y el descanso, así como la promoción de hábitos saludables y la convivencia pacífica. 

“Hay muchas personas que al estar en la calle perdieron el hábito de tomar una ducha”, comentó Susana, coordinadora del refugio. 

“La mayoría de la gente que viene acá son chicos jóvenes muy respetuosos que asumen las reglas y colaboran. Aportan con su buen humor y se dejan ayudar. Son muy sabias porque lo que les enseña la calle no se los enseña nada”, comentó Susana. 

El tiempo de permanencia en el refugio es de diez días o un mes intercalado, pero Macaya aseguró que, en casos especiales, se pueden extender estos plazos si existe una posibilidad real de revertir su situación de fondo. 

El refugio no solo ofrece alojamiento y alimentación, sino que también se enfoca en acompañar y reinsertar a las personas en la sociedad. Para ello, se fomenta el contacto con empleadores que les brindan la oportunidad de trabajar y recuperar su autoestima. 

«El compromiso va más allá del trabajo. Ayudamos a que se vinculen con su familia, a recuperar relaciones con padres y hermanos. También promovemos que reciban tratamiento de salud y se realicen chequeos médicos generales», agregó Macaya. 

En un esfuerzo por proporcionar un espacio de socialización y enriquecimiento, el refugio ha establecido vínculos con diversas organizaciones, lo que ha permitido la participación de profesionales y voluntarios, como Tony Pinilla, quien imparte clases de artes marciales con un enfoque espiritual y de actividad física. «Viene gente de la biblioteca, de la iglesia. Todos se pusieron a disposición». 

Por último, Macaya destacó la iniciativa de fundar la Asociación Civil para Personas en Situación de Calle con el objetivo de mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan. Entre las necesidades actuales se encuentra la donación de ropa en buen estado, una forma sencilla de ayudar a quienes buscan comenzar un nuevo día con esperanza y dignidad.