Hace unos años, en la zona del río Limay conocido como “La Bocatoma” vivía un excéntrico personaje que parecía salido de una novela de aventuras. Vestía una túnica blanca que no derrochaba limpieza, un remedo de kuffiya árabe cubriéndose la cabeza, un crucifijo le colgaba del pecho y un enorme bastón que utilizaba de manera intimidatoria. El autodesignado “cuidador de la paz y la tranquilidad”, se encargaba de dar la bienvenida a quienes venían a buscar un lugar para pasar el día en ese pequeño paraíso. O, en su defecto, enviar de regreso a los que no cumplían con los requisitos.

La primera prohibición eran los equipos de música: “aquí se viene a descansar; no a seguir estimulando los sentidos”, afirmaba. La segunda, para grupos de varones jóvenes (más de dos personas son un grupo, aclaraba por las dudas). Y agregaba: “son los más revoltosos”. Y la tercera, las bebidas alcohólicas.

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Exagerado o no, lo cierto es que lograba que las familias que tenían intenciones de pasar undía o una tarde agradable a la orilla del río, cumplieran su objetivo. Cosa que sin nuestra “cuidador” no siempre es posible. Especialmente por esa costumbre que tienen algunos grupos de “compartir” sonidos a todo volumen en cualquier lugar.

Algunos de esos cuidados están siendo puestos en práctica por el municipio de Roca para el funcionamiento del predio Apycar. Y en ese sentido, el vecino común se sentirá aliviado cuando se entere que “no está permitido el ingreso y uso de aparatos y parlantes de alta potencia”. También se aclaró que para permanecer en el predio es necesario “respetar las reglas de convivencia vigentes”, además de tener que cumplir los horarios de descanso y la limpieza del lugar.

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Las tarifas para poder ingresas son las siguientes:

– Personas $150

– Autos $300

– Motos $250

– Casillas $650

– Motorhome $650

– Camiones $600

– Carpas por día $500   

– Grupo familiar $600

En los clubes privados puede haber algunas diferencias: por ejemplo, que sean los mismos encargados del pub los que suban el volumen de la música para atraer a los clientes más jóvenes. Por eso, la recomendación es que antes de pagar un abono de temporada, primero realicen una tarea de inteligencia. Ir un par de días, en distintos horarios, para ver si nuestro grupo puede sentirse cómodo en el lugar y así evitarse sorpresas desagradables.