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La sidra: auge, decadencia y revival de una producción regional

La sidra: auge, decadencia y revival de una producción regional
La sidra: auge, decadencia y revival de una producción regional:

Hasta hace algunos años, la sidra era sinónimo de fiestas navideñas, brindis, camaradería y reencuentros con amigos. Una cantidad de marcas se abarrotaba en las góndolas de los supermercados y los almacenes de barrio. Cada una tenía su secreto: desde las más dulces a las mas frutadas, pasando por las que tenían burbujas más grandes o más pequeñas. Y también era una marga registrada del Alto Valle: cada ciudad tenía su planta elaboradora, con un sinfín de actividades que multiplicaban el efecto económico.

En Roca había dos marcas de referencia: Reino de Castilla (que sigue en producción), y La Asturiana. En Villa Regina se encontraba La Reginense; en Huergo, Sidrera Del Valle; en Allen, Real; en Cipolletti, Las Delicias.

La actividad había nacido como una inquietud de los inmigrantes españoles, que traían sus recetas de la patria de origen; y la necesidad de darle un destino a la fruta de descarte. Entre los ‘50 y los ‘60, la sidra tuvo su momento culminante. Después, empezó una paulatina declinación que tuvo varios motivos.

Juan José Ferragut, agrónomo y enólogo, comentó que el primer problema que tuvo la industria sidrera de la región fue la falta de materia prima disponible. Es que estas elaboradoras eran fundamentalmente cooperativas que recibían la fruta de descarte de los socios, pero pasaba un año hasta que le podían pagar. “Había que hacer la molienda, la elaboración y la comercialización para después recién poder abonar esa producción. Y con las tasas tan altas de inflación históricas, al productor empezó a buscar otras alternativas”, precisó.

Esa alternativa pasó por la elaboración de jugos concentrados para la exportación: tenían la posibilidad de pagar en un plazo mucho menor.

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Un segundo punto fue la falta de control final sobre la producción: las empresas regionales elaboraban el “caldo base” – el jugo fermentado y filtrado -, que se enviaba a Buenos Aires “a granel”. Allá se gasificaba, se envasaba y se redistribuía al resto del país. El embotellado “fuera de origen” provocó, a la larga, una pérdida de la calidad final.

Y el tercer factor fue el incremento de las ofertas competitivas: primero, las sidras y vinos gasificados mezclados con jugos (las “fresitas” y sus distintas marcas). Después, la aparición masiva de los champagnes a precios accesibles.

La cooperativa Las Delicias buscó un producto alternativo: la sidra “champagnizada”, que en vez de recibir el gas carbónico en el tambor, lo obtiene a partir de una segunda fermentación en botella.

A fines de 2010 se radicó en Argentina una multinacional que adquirió la tradicional sidrera Sáenz Brionnes de Allen, y comenzó una agresiva campaña buscando dos alternativas: transformarla en un producto atractivo para los jóvenes, lograr que tenga un período de consumo mayor.

En la región, a las marcas sobrevivientes con sus “nichos de mercado” definidos, se le animaron también algunos productores que buscan su espacio a partir de un producto específico.

El antiguo “espumante de manzana” que trajeron los colonos gallegos, empieza a ser rescatado a través de diiferentes presentaciones. Este año tendrá su fiesta propia. La segunda edición del Festival de la Sidra el 12 y 13 de noviembre. Una oportunidad para festejar también este “revival” de una industria que supo ser pujante, que padeció las diferentes crisis de la economía y que hoy intenta buscar un nuevo camino.

 

 

Gentileza anr

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